Hay relaciones, positivas, sanas, beneficiosas y saludables y otras que no lo son tanto. Este es el caso de la comida y las emociones. Dos elementos que se retroalimentan mutuamente y que hacen entrar a los pacientes en un bucle complicado de romper.
A lo largo de este artículo veremos en qué consiste esta complicada y peligrosa relación que está a la orden del día en más de 80% de nuestros pacientes en consulta. También descubriremos cómo poder ayudarles a solucionarlo mediante técnicas de inteligencia emocional aplicadas a consulta.
¿EN QUÉ CONSISTE ESTA RELACIÓN?
Todas nuestras acciones, hechos y acontecimientos vividos en nuestro día a día nos generan una serie de emociones como la alegría, el enfado, la ansiedad, el aburrimiento… Pero, ¿qué ocurre cuando nuestros pacientes no saben gestionar esas emociones?
Lo que ocurre es muy común: comen.
Están felices, comen
Están aburridos, comen
Están estresados, comen
Hasta que llega un día que ciertas emociones o estados de ánimo están asociados directamente con la comida generando un bucle en muchos de los casos.
Uno de los casos que más se repiten es el siguiente: Una persona con falta de autoestima que no se gusta físicamente se refugia en la comida para sentirse mejor, acaba de comer y se siente aún peor por lo que sigue bajando su percepción de sí misma/o ya que sigue engordando y esto le hace de nuevo refugiarse en la comida. Y así un círculo vicioso infinito.
¿CÓMO AYUDAR A NUESTROS PACIENTES A SOLUCIONARLO?
Para poder apoyar a nuestros pacientes en este proceso los pasos más importantes son los siguientes:
Identificar el problema: Esta fase es la más importante, es decir, si no sabemos que existe este obstáculo de hambre emocional no podremos hacer nada para ayudar al paciente. En ocasiones y tras hablar y preguntarle lo identificaremos claramente, en otras ocasiones puede que este problema salga a la luz en la 2ª o 3ª consulta. Es crucial saber qué es el hambre emocional y la relación entre comer y gestionar las emociones para poder identificarla.
Hacer partícipe al paciente: Una vez identifiquemos cual es el obstáculo es importante involucrar al paciente en su propio proceso. Por ello, adecuado explicarle la relación que tiene con la comida y qué es el hambre emocional.
Trazar una estrategia: Hay solución, pero hay que dedicarle tiempo y trabajarla. Cada paciente es un mundo y no hay fórmulas mágicas pero una pequeña guía para comenzar sería la siguiente.
*Importante: Esta es una pequeña simulación de cómo se podría trabajar el hambre emocional. Obviamente no sería tan sencillo y tendríamos que apoyarnos de otras técnicas, ya que es un tema complejo.
Describe las situaciones en las que te ocurre: “Llego cansado y enfadado del trabajo me cambio, me siento en el sofá y me pongo a comer lo que veo antes de cenar”
¿Cómo te sientes antes de comer?: “Hambriento, agotado, ansioso…”
¿Cómo te sientes después?: “Relajado y ´más contento”
Cuando te vuelvas a sentir así a partir de ahora ¿qué podrías hacer diferente para no recurrir a la comida?: “Como la rutina es la misma y eso hace que me apetezca comer, podría cambiar el orden de hacer la cosas y hacer otras”
¿Exactamente que harás?: “En vez de cambiarme y sentarme en el sofá, en ese rato antes de cenar podría decirle a mi mujer que podríamos sacar al perro juntos”
¿Cómo recordarás que tienes que hacer eso?: “Le diré a mi mujer que en cuanto llegue bajemos a la calle”
¿Necesitas alguna otra ayudar para llevar a cambio estas acciones?: “Igual si, seguro que algún día me va a dar pereza asi que le diré a mi mujer que aunque le diga que no me apetece me recuerde que es importante para mi hacerlo”
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